La actriz Aitana Sánchez Gijón se preguntaba en El Mundo «¿Qué puede temer un pueblo acostumbrado a esperar?», añadiendo tras su experiencia en FiSahara 2012 que «son ya más de 30 años de espera. Más de 30 años esperando a volver a la tierra arrebatada. Donde hay silencio, hay olvido. Corramos la voz y no les abandonemos en este desierto de silencio». Corrían entonces tiempos de crisis, pero también tiempos de violencia que se sumaban a los del olvido. Por aquel entonces, se cumplían más seis meses del secuestro de lxs cooperantes Ainhoa Fernández , Enric Gonyalons y y Rosella Urru por parte de Al Qaeda. (serían liberados dos meses despúes).
FiSahara les rindió un sentido homenaje. La ministra de Cultura, Khadidja Hamdi, declaraba a ABC que «con el secuestro de Ainhoa, Enric y Rosella han secuestrado el corazón de todxs lxs saharauis«, pues se había producido en los campos de Tinduf. Por eso no sorprendía que el Primer Ministro, Abdelkader Taleb Omar, asegurara que «no descansaremos hasta encontrarlxs y poner a los responsables ante la Justicia». Pepe Taboada, codirector de FiSahara, se refería al homenaje en Público como «un recuerdo emocionado a nuestrxs compañerxs privadxs de libertad Ainhoa, Enric y Rosella, amigxs y cooperantes que están sufriendo por un acto cobarde e indigno. No los olvidamos ni un minuto, estamos cerca de sus familias y amigxs, estamos segurxs de que pronto estarán entre nosotrxs, queremos abrazarles lo antes posible».
«Han pretendido atemorizarnos, desanimarnos para que disminuya la solidaridad con este heroico pueblo que resiste dignamente hace tanto tiempo. No lo van a conseguir y quien esté detrás de este acto vergonzoso, que sepa que no nos vamos a rendir y que redoblaremos nuestro apoyo y nuestras ayudas», continuaba Taboada. No lo consiguieron , no sólo por las medidas de seguridad establecidas por el Frente Polisario, sino porque la solidaridad del pueblo español fue, como siempre, intachable, superando las acciones de sus Gobiernos.
Así quedaba reflejado en el manifiesto de aquel año, que ponía de manifiesto que «hemos aprendido de lxs saharauis que la dignidad no conoce plazos y que la lucha pacífica de este pueblo por retornar a su tierra no cesará hasta que se les devuelva lo que les pertenece por derecho. […] Hemos aprendido que la vida de los pueblos es más larga que la de lxs dictadorxs que los oprimen«. Aquel manifiesto había sido redactado por Juan Diego Botto, que días previos escribía en El Mundo que «aquí, nosotrxs, los actores y actrices, somos meros personajes de reparto. Secundarixs que constatamos el carácter de una gente que se sobrepone a sus dificilísimas condiciones de vida con la entereza de quien sabe que su futuro les pertenece por derecho y sabrán conquistarlo».
Esa solidaridad es, a fin de cuentas, la que posibilita también que la vida en los campamentos continúe, que de un año a otro, como reflejaba la Cadena SER, la pequeña Coría, de 11 años, se convirtiera protagonista de una película y Aisha tuviera a su segundo hijo, Zacarías. Esa solidaridad es la misma que acercaba a la campamentos ayuda humanitaria, alegría, cultura bajo la forma de un festival de cine que terminaba regalándonos obras tan maravillosas como el Sahareando de Tomasito y El Canijo de Jerez, que clausuraron aquella IX edición.