Desde su nacimiento, FiSahara siempre ha prestado mucha atención a la población más joven. «Para nosotrxs [FiSahara] es vital porque estamos en el desierto, con pocas posibilidades de ocio, las películas nos hacen ver otras realidades del mundo y los talleres nos dan la oportunidad de tener conocimientos, orientación, por si algún día tenemos una cámara«. Así lo relataba a El Mundo en 2006 una joven que participaba en un taller de creación audiovisual (foto superior de Leonardo Faccio).
Cuando un año antes Jordi Abusada y sus compañerxs comenzaron con los talleres, no fue algo puntual. Aquella formación a la que acudirían muchxs jóvenes y, especialmente, muchas mujeres, se convertirían en un sello de identidad del festival. «Nosotrxs tenemos igual derecho que todo el mundo a estar en el desarrollo, aunque estamos en pañales comparadxs con otras culturas del mundo», apuntaba otra de las estudiantes. Esas ansias de expresar, aprender e informar, de ser autores y autoras de sus propias historias hizo que crearan la TV RASD, incluso y a pesar de contar con apenas luz eléctrica.
En 2006 se realizarían los talleres de Cine Documental con Noemí García, de Sonido con José Nieto, de Edición con Martín Eller y Julio Sánchez Veiga, de Cámara con Jordi Abusada y Laia Ramos, de Animación para Niños y Niñas con Ángel de la Cruz y de Cine para Niños y Niñas con la Asociación Cultural La Claqueta. Hoy nos queríamos detener en este último colectivo, que durante años ha estado al lado de FiSahara.
Esta asociación de personas firmemente convencidas de la educación a través de la creación audiovisual, realizó en aquella edición dos talleres dirigidos a niños y niñas de entre 7 y 12 años: el taller de ficción Historias Mínimas y el de animación Historia de Arena y Piedras. El resultado no pudo ser más motivamente, tanto para quienes impartían la formación como para quienes lo recibían. Del corto Historias Mínimas, rodado y protagonizado por lxs niñxs saharauis, lxs propixs amigxs de La Claqueta llegaron a decir que «roza el surrealismo más sesentero, pero quedó digno de la mejor herencia del genial Ed Wod». Con Historia de Arena y Piedra, por su parte, el alumnado construyó personajes con calcetines, corcho, lanas, plastilinas y otros materiales, para animarlos después en decorados dibujados.
Esa es la magia de FiSahara. El espíritu que se respiró en el festival desde el primer momento. «Es emocionante porque es un encuentro por ambas partes en el que el cine es una disculpa», comentaba el director Jaime Chávarri. Y tenía toda la razón, mientras soñaba algo con lo que, catorce años después, todxs seguimos soñando: «Ojalá muy pronto lo podamos hacer en un Sáhara libre, porque ese es el sueño justo del pueblo saharaui, recibir su futuro en su lugar de origen».