Hace unos días destacábamos cómo FiSahara 2011 puso de manifiesto una vez más el punto de encuentro en que se había convertido, no sólo de personas llegadas de otras partes del mundo que viajaban hasta los campamentos, sino también de lxs propixs saharauis, como Persy, capaces de atravesar 400 kilómetros de desierto del Sáhara para disfrutar de la fiesta del cine. Sin embargo, aquella VIII edición nos brindó un reencuentro más, maravilloso, el de alguien que nunca ha perdido el contacto ni su compromiso con el pueblo saharaui. Nos referimos a Pedro Pérez Rosado.
El director valenciano había estado en la primera edición de FiSahara, en 2003, presentando oficialmente -antes que en ninguna otra pantalla- sus Cuentos de la guerra saharaui. Ahora, ocho años después, regresaba, y no lo hacía solo: llegaba con la que era su última película, Wilaya, que se estrenaría oficialmente unos meses después, siendo la única película española en la Sección Panorama de la Berlinale y cosechando diversos reconocimientos, como el Premio a la Mejor Actriz para Memona Mohamed en el Festival de Abu Dhabi.
Rodada íntegramente en los campos de refugiadxs, Wilaya cuenta la historia de dos hermanas que, como FiSahara y Pérez Rosado, se reencuentran en los campamentos saharauis, después de 16 años. La cinta nos expone el contraste que encuentra en los campamentos Fatimetu (Nadhira Mohamed), una española de origen saharaui que se ve obligada a regresar tras la muerte de su madre. Allí volverá a encontrarse con su hermana Hayat (Memona Mohamed), una maestra de escuela que tiene dificultades para caminar. El personaje de Hayat se muestra como un ejemplo de superación, de cómo es posible salir adelante, incluso, en circunstancias tan adversas, haciendo así las veces de una metáfora del abandono que sufre el pueblo saharaui en la hammada.
El encuentro con la prensa internacional (foto de encabezamiento) que matuvieron las actrices y el director destiló la esencia del pueblo saharaui. Nadira Mohamed, a la que Pérez Rosado descubrió en una fotografía de un periódico durante las protestas encabezadas por Aminetu Haidar, soñaba despierta con que quizás algún día podría ganarse la vida como actriz: «Nunca me había imaginado en este mundo, porque siempre me había dedicado a llevar el mensaje de lxs saharauis y a luchar por el futuro de mi pueblo, pero se presentó la opción de hacer esta película y no me lo pensé dos veces».
En aquel encuentro en FiSahara, Pérez Rosado declaraba a La Información que Wilaya «es un reflejo de lxs saharauis de la tercera generación, los que han nacido en los campos. Lxs saharauis tienen mucho orgullo y convierten estos campos en su patria, pero no dejan de ser campamentos de refugiadxs, y eso fue lo que me impulsó a hacer este proyecto». Campos que, en mitad de la adversidad, despiden destellos como Nadira, que unos meses después se encontraría en la Berlinale, declarando DW que «mantengo el idioma, el hassania, y aunque pocas veces uso la melfa, en ocasiones especiales como ésta no me la quito, para que se vea que hay mujeres saharauis en la Berlinale«.